domingo, 17 de octubre de 2010

Jineteros de la cultura nacional



Los acuerdos culturales entre Estados Unidos y Cuba tienen una sola vía, sin embargo, no podría ser de otra manera.

Si nos remontamos a los hechos históricos que han marcado los acuerdos entre estos dos gobiernos, entenderíamos al momento por qué siempre la dictadura se lleva la mejor parte. Una y otra vez los involucrados parecieran tener un solo objetivo. Por la parte americana, evitar desenlaces en Cuba que pudieran desestabilizar el sur de La Florida, y la parte cubana, conociendo esta debilidad, se siente con la libertad de comerse la parte más sabrosa del pastel.

Ahora bien ¿Qué se esconde detrás de los contratos a artistas cubanos y la avalancha de éstos hacia Los Estados Unidos? Bueno. Primero: A los empresarios del Sur de la Florida y algunos contratistas independientes, no los mueve la calidad artística de estos jinetes de la cultura sino, la novedad que encierra presentar a estos polémicos representantes del arte cubana actual en escenarios, clubes nocturnos, teatros y hasta en programas estelares de la televisión; solo basta con decir que un artista cubano se va a presentar en Estados Unidos o en el sur de la Florida para que se alborote el avispero.

Los artistas cubanos son una especie de jineteros de la cultura nacional, venden su talento por unos pocos dólares, como vende su cuerpo una jinetera en cualquier rincón de La Habana.

Para conocer el comportamiento de estos representantes del arte nacional hay que ir a lo más profundo de sus actuaciones. Si no fuera por los turistas que invaden los clubes nocturnos de La Habana cada noche, estos artistas se hubieran extinguido como en los años setenta y ochentas, cuando un artista de categoría y reconocimiento nacional y mundial se paseaba por los clubes y bares del Vedado limosneando un sorbito de coronilla.

Los actuales artistas cubanos son hoy lo que en su momento fueron los marineros, son el tuerto en un país de ciegos. Actúan para la baja clase turística que invade los clubes nocturnos de La Habana por unos cuantos CUC de propina la noche.

Estos artistas, los que tienen la fortuna de ser contratados por empresarios de Estados Unidos, ven una oportunidad tan grande de hacer unos cuantos dólares de más, que son capaces de venderle su alma a cualquiera. Pasaje ida y vuelta garantizado, hospedaje y una dieta diaria para sus gastos y pacotillas son para ellos el sueño de sus vidas.

¿Por qué un artista que viene de Cuba es ambiguo en su comportamiento cuando llega a Miami? Obvio, vive en una dictadura; pero sabe, sobre cualquier cuestionamiento político, que debe regresar, que tiene una familia que proteger y una sociedad a la cual pertenece y no desea abandonar, pero aun sabe más, sabe que es novedad mientras viva en Cuba, cuando la abandone, el arte se derrite en él tan rápido como se derrite un helado a pleno sol una tarde de verano.

Para hablar de una sola vía cultural hay que preguntarse primero ¿Qué empresario hay en Cuba que pueda contratar a un artista cubano exiliado?

Yo personalmente no veo con malos ojos que empresarios cubanos radicados en el exterior contraten a los artistas de su país, los que si varía mal, fuera que artistas consagrados a la libertad y la democracia en Cuba acepten un contrato artístico emitido por la dictadura cubana.

He ahí el detalle. Hay una sola cosa responsable de esta disparidad cultural, y es justamente la falta de libertades en Cuba, lo mismo políticas, culturales, económicas que sociales, he ahí el dilema. Nadie en particular tiene la culpa de esta disparidad social en la que estamos envueltos los cubanos, nosotros mismos nos hundimos cada día más en el lodo de la intolerancia y el divisionismo. Cuba está dividida en dos, en medio de un coliseo gigantesco y en las gradas, los que dividen, disfrutando del espectáculo.



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