jueves, 6 de enero de 2011

En lo más profundo de la revolución




La puesta en marcha en Cuba de la moledora laboral debe ser una estrategia coyuntural, a corto plazo. No puede el gobierno de los hermanos Castro darse el lujo de dejar que a la gallina le salgan plumas; de ser así, el axioma de Joseph Stalin perdería completamente su significado, en consecuencia, la revolución cubana estaría cavando su propia tumba.

No es verdad que el proyecto político cubano ha estado por más de cincuenta años bordeando un precipicio, lo cierto es que el objetivo es hacer creer que “bordeaban el precipicio social cubano y evitaron caer en el” El caso es que en el fondo del precipicio nacional ha estado siempre la revolución, alimentada esencialmente por sus propios detractores y en compañía de la inmensa mayoría asustada; lo que sucede es que no es estratégicamente factible reconocer la oscuridad del fondo.

No conozco a ningún dirigente revolucionario que haya seguido apoyando el proyecto castrista una vez fuera de la dirección del país, Tampoco se conoce un solo cubano que apoye esa locura social si no depende del calor de las botas castristas. Una vez la fuerza laboral cubana se sienta libre de las cadenas que la atan a la dependencia estatal, el apoyo al proyecto castrista se derretirá como un helado en el desierto del Sahara en medio de la tarde.

¿Qué organización de masas tendrá la fuerza de convencimiento necesaria para convocar a miles de trabajadores independientes del Estado a una manifestación de apoyo gubernamental? La revolución cubana encuentra esencialmente su apoyo social en la masa dependiente, una vez carezca la gran mayoría de los cubanos de esa dependencia, el motor se apaga, porque la sociedad es el combustible que alimenta el buen funcionamiento del proyecto social cubano.

Por eso creo que no nos debemos dejar confundir, esta vez, como muchas veces anteriores, los obliga la necesidad de mantener las riendas del poder, porque a estas alturas del juego un resbalón y su pellejo se cotizaría en la plaza del mercado a menos de un centavo el metro cuadrado.

Raúl Castro es valiente, debemos reconocerlo, porque con esta movida social se está acercando demasiado a las llamas. Debe tener cualquier cantidad de detractores que al mismo tiempo ya sienten el calor del fuego muy cerca de su pellejo. El primero debe ser Fidel Castro, que después de escapar de la garras de la parka no ve la necesidad de arriesgarse un tantito más. La movida de Raúl es sumamente peligrosa, tanto que puede caer fácilmente al abismo, pero no a ese abismo social en el cual han subsistido por más de cincuenta años sino, al abismo sin fondo que algún día caerá la revolución cubana y que ellos evitan a como de lugar.

Pues bien, si ciertamente los cambios económicos y sociales son sinceros y altruistas (cosa que me cuesta mucho creer) entonces debemos apoyarlos, porque esos cambios no son otra cosa que una segregación espontánea de confianza que Raúl alberga en su narcisismo. Creo que Raúl Castro tuvo esta revelación en una noche de orgía alcohólica o en su defecto, algún Marcus Junios Brutus entre sus asesores o concubinos le tendió una trampa, porque no es posible que después de cincuenta años sostenidos de la misma rama la suelten sin tener asegurada la otra, eso no lo hace ni Trazan, porque sabe que se le acaba la selva.

Al margen del anterior análisis, puedo hacer otras dos lecturas de este comportamiento castrista: Puede ser que Raúl Castro en unión de sus más cercanos octogenarios colaboradores, piensan que haciendo aperturas económicas paulatinas diluirán los rencores históricos del pueblo cubano de tal modo que la memoria nacional sufra amnesia social y después de ellos sus descendientes puedan disfrutar de sus herencias sin miedo al escrutinio nacional; pero ellos son narcisistas, y por la cabeza de una personalidad como esa no aparece la futura seguridad de nadie.

O que lo haga para hacer una especie de carril que conduzca a Cuba por el mismo “mar de felicidad” en donde navegan China y Viet Nam. De cualquier manera el peligro es inminente, y el por ciento de fracaso es enorme.

Los cubanos no se adaptaron a los españoles, tampoco a los americanos, y mucho menos a los rusos ¿Quién dice que si se van a adaptar a los chinos o vietnamitas? La no dependencia nacional de la sociedad al castrismo será la gota que llenará la copa, amen de China, Viet Nam, y la familia Castro.

Sin embargo, estas lecturas son meras especulaciones, ideas espontáneas; la verdad está ahí, en los cambios, en la realidad nacional cubana y en el comportamiento social ¡Una vez el Estado cubano deje de controlar la vida laboral del pueblo de Cuba, y el pueblo deje de depender de su empleador histórico, el castrismo se cae!