martes, 8 de noviembre de 2011

"Esta casa es mía"


Según un informe del gobierno de Cuba, sólo el seis por ciento de las más de tres millones seiscientas mil casas en la Isla están registradas en el registro de la propiedad; esto seguramente es el resultado de cincuenta años de descontrol habitacional. El informe indica que la mayoría de las casas no tienen documentación apropiada, pero no menciona los motivos por los cuales eso sucede.

En Cuba, hasta el momento en que confecciono este comentario, no existe el derecho a la propiedad habitacional, este derecho que en la Isla es una especie de maraña  de la semántica revolucionaria, es tácitamente inexistente, por cuanto ningún cubano está autorizado a vender, comprar, heredar o tan siquiera regalar su casa.


Las casas que otorgó el gobierno revolucionario después de la famosa reforma urbana, hoy día no se sabe a ciencia cierta  quienes son sus legítimos dueños, ni siquiera está legalmente seguro aquel propietario que era dueño de su casa antes del la reforma de marras.

En síntesis, el gobierno de Cuba es el propietario legal de todas y cada una de las casas que no están legalmente registradas en el registro de la propiedad, simplemente porque si no están registradas es porque el principal propietario se murió, o se marchó del país, en tal caso el Estado mantiene el derecho a la propiedad porque legalmente no tiene traspaso, ni siquiera como herencia.

A continuación, voy a relatar lo que sucedió en mi caso, que debe ser igual o muy parecido al de todos los que tengan la oportunidad de leer este artículo.

“En el año 1985 me fui a vivir a la casa de un amigo que la tenía desocupada. La vivienda era un desastre estructuralmente hablando; tenía problemas de goteras en el techo, le faltaba la mitad del balcón, y había que hacerle reparaciones en el sesenta por ciento de su estructura. Después de un año de trabajo arduo y con la ayuda “desinteresada” de los chicos de la brigada de reparación del casco histórico de la Habana Vieja, pude mudarme al inmueble. Un año después mi amigo vino para los EEUU y no regresó jamás, yo me hice el chivo con tonteras y seguí viviendo la casa sin el conocimiento de las autoridades y con la anuencia silenciosa del presidente del comité de barrio.

No pasó mucho tiempo y hube de caer en prisión, nada anormal en un país como Cuba, donde no solo eres rehén de la muerte, también se es de la cárcel.

Cuando salí, el gobierno americano me ofreció una visa como refugiado político, y fue justamente después de ese instante que supe, el valor de una casa en Cuba.

Para poder abandonar el territorio nacional, tuve que poner al corriente los documentos del inmueble. La verdadera propietaria había sido la primera esposa de mi amigo y se había muerto por el año 1972. Desde que su mujer murió, mi amigo vivió en esa casa al margen de la ley de la vivienda, por el temor de tener que pagar de nuevo la casa. Es decir, si algún propietario muere, la propiedad queda habitada por cualquier familiar del occiso, pero no precisamente es heredada, la cuestión es que tiene que empezar a pagar de nuevo y esta vez, según el valor estimado por las autoridades.

Yo fui un hombre afortunado en cierto sentido, porque con la ayuda de mis familiares en el exterior, pude sobornar al responsable de registros del cementerio de Colón, a la directora de la funeraria del Cerro, al jefe de archivos del hospital Calixto García, al jefe de la vivienda en la Habana Vieja y a la OFICODA.


Sin embargo, para que me dieran el derecho a abandonar legalmente territorio cubano o lo que es lo mismo, “la tarjeta blanca” tuve que pagarle la casa al Estado, ponerla a mi nombre en el registro de la propiedad, y entregársela luego de un inventario minucioso de todas y cada una de las cosas que había en su interior, incluyendo las bombillas eléctricas del pasillo a la escalera.”
 
Luego de tener una experiencia como la anterior ¿Alguien con sentido común puede decir que la nueva ley cubana de la propiedad no es un cuento del gobierno cubano para extorsionar aun más al pueblo de Cuba?

Para saber el valor de las cosas hace falta algo mundialmente famoso llamado economía  mercado, cosa que en Cuba no existe ¿Cómo sabe el valor de una propiedad un ciudadano cubano que quiera vender su inmueble si no tiene el parámetro adecuado para medir ese valor? Bueno, en una economía como la cubana es el Estado el responsable de otorgarle valor a las cosas, y para que el propietario de una vivienda pueda sacarle ganancia a una casa debe comprarle primero la propiedad al gobierno, como pasó en mi caso, que tuve que pagar el valor de la casa al Estado, antes de entregársela.

¿Quién en Cuba puede decir? ¡Esta casa es mía! Sólo el Estado cubano, muy pocos quedan aun con ese privilegio.

Muchos ni si quiera se cuestionan los motivos que tuvo el gobierno de la Isla para despenalizar la venta y compra de casas. Lo ven como una apertura de Raúl Castro, como un movimiento hacia la liberación económica; gentes que se dicen catedráticos, analistas políticos y toda una gama de idiotas que con tal de apañar las sinvergüenzuras del régimen de La Habana, se llenan la boca de no sé qué,  para afirmar que Raúl es mejor que Fidel.

¡No puede haber aperturas dentro de un régimen totalitario! Porque apertura para ese tipo de régimen es sinónimo de cáncer, decadencia y finalmente muerte.

Si sólo el seis por ciento de las viviendas en Cuba están legalmente inscritas en el registro de la propiedad, entonces quedan muy claros los motivos de la apertura raulista. Que dejen de especular con la tragedia cubana aquellos politólogos, cubanólogos y catedráticos; que para saber de monstruos, primero se debe haber vivido en sus entrañas.